S
eguro que Manuel Allo Pose (1954, Soesto, Laxe) serviría como extra para una película de mexicanos por su poblado bigote, y por su forma de gesticular y moverse. Sin embargo, aparte de los años pasados en Suiza, no habrá más ausencias de su aldea. Está muy afincado al terruño que le vio nacer, en el que actualmente vive, y donde espera con ilusión que le llegue la jubilación –ahora regenta una carpintería- para dedicar más tiempo a las colmenas y, en general, a los animales que es lo que le gusta, porque ahora sólo les echa tiempo en los fines de semana. La afición a las abejas le viene de lejos, de sus abuelos, y aún recuerda la ‘lacena’ que daba a la habitación donde él y su hermano, de críos, dormían sin la menor preocupación. De sus abuelos aprendió a ahumarlas requemando una mazorca y soplando, sin guantes ni careta. Y todo fue continuar con la afición, porque su mujer tomó el relevo cuando él estaba ausente. Ahora tiene 6 colmenas, unas en un alpendre cerca del taller y otras en el monte. Y está muy esperanzado con la última que ha conseguido de un amigo de Carnota: -Abejas de buena raza, nada agresivas, menuditas, parecen italianas, dice con ilusión. Ahora, al final de esta primavera, se le nota contento, con renovado ímpetu por las abejas; no así en el pasado febrero en que vivió momentos de abatimiento cuando se le murieron 3 colmenas por los dichosos sulfatos. No es tanto por los 30 kilos de que puede sacar de cada colmena, si las cosas van bien, porque sabe que la miel para él no es ningún negocio, sino un estímulo para al menos cubrir gastos con esta afición que le gustaría transmitir a otros, pero sus dos hijas han dicho que ‘nones’.
José Mª Echevarría